jueves, mayo 10, 2007

Un emprendedor que se anima a exportar té gourmet



Hace cinco años, Guillermo Casarotti decidió abandonar su puesto ejecutivo en una multinacional, para realizar el sueño del emprendimiento propio. Así fundó junto a su esposa Inti Zen, una compañía que hoy exporta té a más de 15 países, con el valor agregado que le dan sus combinaciones de aromas y sabores. En los estudios de Radio El Mundo nos contó la historia de su empresa y se refirió a la forma de superar un mal común entre los que intentan llevar a cabo sus proyectos: la crisis del emprendedor.



¿Qué te llevó a fundar Inti Zen y dejar de lado el puesto que ocupabas en Monsanto?

Fue una decisión que se forjó en dos semanas. Y eso cambió radicalmente mi vida. Había leído un artículo sobre té en una revista, y luego conocí a Inés Berton, una catadora de aromas argentina, también llamada "nariz". Aclaro que sólo hay once narices en el mundo.

En dos o tres semanas comenzamos este proyecto con mi mujer. Por ese entonces, yo trabajaba por las noches y en los fines de semana en el proyecto, porque durante el día seguía cumpliendo mis tareas en Monsanto. Así estuve durante un mes, completamente agotado. Pero el proyecto avanzaba y nos obligaba a tomar una decisión. Por suerte, contaba con el apoyo de mi familia, algo importantísimo para todo emprendedor.


Además, el cambio era importante porque dejabas un puesto seguro en una empresa grande, para comenzar con un proyecto.

Era un paso importante y arriesgado. Tenemos tres hijos y debíamos ajustar los cinturones durante un período, con gastos restringidos, y usar los ahorros. Era tirarse a la pileta y recién después ver si había agua. Sin embargo, teníamos mucha confianza en el proyecto. Éramos aficionados en el tema, pero también éramos fanáticos. Y así seguimos adelante, hasta que pasaron unos meses y para cuando nos dimos cuenta ya estábamos en medio de este mundo.


¿En qué momento del país hiciste este cambio?

Después de la crisis de 2002. En el momento en que muchas marcas extranjeras estaban caras y había una marcada diferencia entre los precios de los productos locales y los importados. Pero ayudaba al proyecto el hecho de que desde principios de 2000 se había instalado en el mundo el auge de productos gourmet. El té estaba experimentado algo similar a lo que pasaba en la industria del vino, y en Europa y Estados Unidos se le estaba dando un impulso muy importante.


De todos modos, fuiste un visionario. Porque aunque en el mundo el tema estaba de moda, en Argentina estábamos aún transitando por lo peor de la crisis.

Provengo de una familia de emprendedores, y mi padre siempre me preguntaba por qué no me dedicaba a algún emprendimiento en vez de trabajar en multinacionales. A lo cual siempre le respondía que el día que encontrara algo que me gustara lo iba a hacer. Así fue que apenas surgió esta idea no la dejé pasar. Porque esto es parte de lo que uno tiene adentro. Es el resultado de esas ganas, de ese espíritu emprendedor que en algún momento surge y es imparable.


¿Cómo fueron tus primeros pasos de la empresa?

Con muchísimo entusiasmo, porque eso es fundamental para cualquier emprendedor. Teníamos muchas ganas y energía a pesar de las complicaciones. Se trataba de un rompecabezas: la idea de unir y formar sabores, de crear una marca, de definir el camino, nos generaba problemas que no habíamos previsto. Además, teníamos inconvenientes con los materiales, con las cuestiones burocráticas, con los proveedores, con la maquinaria. Era todo muy complicado. Entonces, sufrí una crisis.


¿Y cómo saliste adelante?

Le pedí a mi mujer que me esperara y me interné en un monasterio durante tres días. Ahí fui vaciando la cabeza, reacomodé las ideas y cuando salí ya tenía la idea exacta de lo que quería hacer. Recién entonces comenzó a funcionar el proyecto. Con los años, aprendí que lo que me había pasado era común en todos los emprendedores.

En Francia, por ejemplo, existen comités dirigidos a los emprendedores que organiza el Estado. En esos lugares, los emprendedores cuentan sus experiencias y los problemas que enfrentan. Ahí se dan cuenta de que no son los únicos y de que la llamada “crisis del emprendedor” es común a todos.

Aunque en Argentina no tenemos esto, yo comencé a buscar un lugar donde poder obtener esos mismos resultados, e ingresé a un grupo de exportadores llamado Food Concept. En esa organización, somos unas 10 empresas de productos gourmet y vamos juntos a los eventos o nos juntamos para contarnos experiencias.


¿Te ayudó la experiencia que habías obtenido en las multinacionales?

Ayudó al momento de negociar, por ejemplo, con los supermercados. Se aprende a tratarlos y ya se sabe de antemano con qué van a salir. Incluso, esa experiencia sirvió para todo lo que tiene que ver con el análisis del mercado.


Ahora que ya tenes experiencia como emprendedor, ¿qué cosas no repetirías?

Haría todo a otro ritmo, nada más. Un emprendedor debe pasar por varios pasos y a cierto ritmo y aprendizaje. Debe recorrer camino, equivocarse y seguir adelante. Por ejemplo, en este momento nos están pidieron infusiones desde muchos sectores. Entonces, nos asociamos con Inés Berton para lanzar una nueva marca diferente a lo que es Inti Zen, donde trabajamos únicamente con combinaciones. Y con esta nueva marca calculamos que vamos a tardar mucho menos tiempo del que nos llevó en su origen Inti Zen, porque ya conocemos los canales de ventas y tenemos experiencia.

Hace tres años, por ejemplo, tomábamos decisiones sin conocer del tema y eso nos hacía ir más lento. Quería pedir un préstamo o financiación e iba por otros canales, golpeaba quince puertas, y perdía tiempo hasta que venía alguien y me decía por dónde tenía que ir y qué debía hacer. O sea, para esta nueva marca ya sabemos qué hacer hasta para pedir un registro de productos y no perder tiempo.


¿En qué mercados tiene presencia Inti Zen?

Estamos exportando mucho. A más de 15 países. Y lo gratificante es que hay gente que prueba nuestro producto y quiere repetir la experiencia.


¿Qué tipo de combinaciones utilizan?

Se usan bases con té de Ceilán, de India, con ingredientes nacionales como la manzanilla, o el dulce de leche, o con vainilla con crema. Este tipo de té con aroma a dulce de leche, por ejemplo, está pensado para aquellos a quienes les gusta el café. Nuestros países son básicamente cafeteros y materos, por eso se hizo este té dirigido a un paladar más redondo.

Para que se entienda mejor: el té se lava en la boca, mientras que el café va dando vueltas en el paladar. Por ello, lo que hace este tipo de té es dar vueltas en el paladar simulando al café. Y lo llaman té gourmet precisamente por esa excentricidad de sabores.

También es interesante lo que ocurre al combinar el té con las comidas. Por ejemplo, si se prepara alguna comida con arroz se puede acompañar con un té de jazmín, con lo cual el arroz toma también esos tonos que le está dando el Té.


¿El té que utilizan es importado en su totalidad?

Usamos cosechas de Sri Lanka y de la India,que mezclamos con ingredientes de acá. La idea de Inti Zen es mezclar: el “Inti” que es lo nuestro, el sol, la energía, el Inca, con el “Zen”, que tiene que ver con el arte del té.

Por último, ¿te arrepentís de haber cambiado el sillón de ejecutivo de multinacional por una pequeña oficina de emprendedor?

Jamás. Aunque se sufre de más estrés y se cae más el pelo. Pero hay más tiempo para uno y la familia. Y eso muy bueno. Cada moneda que invierto o cada minuto de mi vida va a parar a algo que es como una cuenta que va creciendo, y eso es lo más reconfortante de todo esto.

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