lunes, febrero 19, 2007

La industria apícola argentina en el mercado internacional

Martín Braunstein, presidente de Malka Cabaña Apícola, emprendimiento que ha innovado con la exportación de abejas reina, asistió a nuestro programa. En la primera parte del reportaje, Braunstein nos habló de la actual situación de la industria luego de las denuncias de dumping de EEUU, de los casos de antibióticos en la miel argentina, de la fuerte caída del precio internacional del producto y de cómo se exportan abejas vivas.


La apicultura es una actividad que ganó muchos seguidores en los últimos años en los que la Argentina llegó a ser uno de los grandes productores y exportadores de miel del mundo. ¿Cómo están las cosas ahora en el sector, luego de las denuncias de dumping y la aparición de antibióticos en algunos embarques argentinos?

En 1997 la Argentina fue, por primera vez en la historia, el primer exportador a nivel mundial, superando a China. Ese ranking se repitió en el 2002 y en el 2005.

La Argentina tiene hoy cuatro millones de colmenas, la mayor cantidad de todo el hemisferio sur y, además, está por delante de Australia, Nueva Zelanda y Chile, que son sus competidores inmediatos. El 95 por ciento de la miel que producimos, entre 100 mil y 110 mil toneladas, se exportan.


O sea que es muy bajo el consumo interno. Esto es por un problema de hábitos de consumo…

Exacto, no se nos inculca “desde la cuna” el hábito de consumir un producto natural que tiene muchísimas ventajas. Se asocia a la miel con un medicamento, más que con un alimento, y se considera que hay que consumirla cuando uno está enfermo y no cuando uno está bien. Cuando uno hace deporte, la miel es un azúcar de primera calidad.


En algunos países de Europa, sobre todo, la miel se usa mucho en gastronomía y respostería…

Los que hablan del “marketing de la miel”, hablan de un sector de la industria, entre los que se encuentra el sector panadero y de cereales, un sector de servicios, que es el de gastronomía y hotelería y otro que es el de consumo doméstico. La Unión Europea, que está formada por 25 países, produce la mitad de lo que consume, ya que la otra mitad es miel importada. Y Alemania es el gran comprador porque, no solo importa mucha miel, sino que reexporta miel fraccionada, con valor agregado, a países de Medio Oriente.

Los Estados Unidos también son grandes consumidores de miel e importan aproximadamente unas 110 mil toneladas. De esa cantidad, nuestro país suministra unas 28 mil toneladas aproximadamente. El problema es que el acceso a los Estados Unidos está muy restringido por medidas antidumping.

En el año 2001, la Argentina recibió una sanción comercial que limitó el acceso de la miel. Se estableció una cuota y derechos de importación sumamente elevados. Luego, mediante una apelación, cuatro exportadores demostraron que eran exportadores honestos y lograron tener un “arancel cero”. Estos exportadores no pueden exportar toda la miel argentina, ya que tienen un cierto límite para abastecer a los Estados Unidos. En ese país, hay una demanda cada vez mayor de miel debido a que la industria apícola estadounidense está en decadencia.

Hace 50 años, en los Estados unidos había cinco millones de colmenas y hoy hay la mitad. Ellos tercerizan la producción de miel en los países del tercer mundo en donde los costos de mano de obra y de producción son más bajos.


¿Las medidas restrictivas de los Estados Unidos, impactaron en la producción local?

Si, severamente. Hubo anuncios de la proximidad de esas sanciones, pero acá nunca fueron tomados en serio. Los apicultores estadounidenses, a través del Departamento de Comercio, hicieron presentaciones ante la justicia y, según ellos, demostraron que nuestra miel les causaba un perjuicio.

Debido a esto tuvimos un cierre en el mercado, pero salimos airosos, porque en el año 2002, cuando se demostró que había miel china que estaba ingresando a Europa contaminada con cloranfenicol, China perdió su acceso a la Unión Europea y ese lugar, lo ocupó la Argentina. Desde el año 2002 hasta el 2004, nuestro país exportó la mayor parte de su producción a Alemania.


¿Qué ocurrió el año pasado?

En agosto de 2003, Inglaterra emitió un alerta sanitario por la presencia de nitrofuranos, un antibiótico prohibido, en la miel argentina. Fue un hecho aislado, pero sirvió para deprimir los precios. La Argentina nunca perdió el acceso de la miel a la Unión Europea, pero sí hubo un desplome terrible de los precios.

De 2500 dólares la tonelada, se llegó a exportar a mil dólares y, en algunos casos, a menos. Hoy estamos a un nivel superior, a unos 1400, 1500 dólares la tonelada, pero aún sigue siendo un precio poco compensatorio, en virtud de todos los aumentos que ha habido en los costos de producción.


¿Qué pasó con los emprendedores que entraron en ese boom de la miel y después, vieron deprimido el precio? ¿Se reconvirtieron?

Es triste decirlo, pero muchos han quedado en el camino. La apicultura es una actividad que ofrece muy pocas barreras de entrada, es decir, se requiere muy poco capital para tener 5, 10 ó 15 colmenas. Una unidad productiva que permite generar un ingreso capaz de sostener a una familia, no es inferior a las 600 ó 700 colmenas.

Mucha gente se entusiasmó con los altos precios y se incorporó a la actividad. Los que más aprovecharon esto fueron los apicultores existentes que incrementaron su cantidad de colmenas. Hoy tenemos 4 millones de colmenas en el país y en 1996 había 2 millones y medio, o sea, que hemos crecido.

Nosotros como criadores producimos abejas mejoradas genéticamente, que generan un producto de alto valor agregado.


¿De qué se trata ese valor agregado?

Si uno tiene un tambo y quiere producir leche, tiene que tener vacas aptas para ese fin. Lo mismo pasa si uno quiere correr una carrera de caballos, va a necesitar un pura sangre. Con las abejas pasa lo mismo. Hay características asociadas a determinadas razas que las hacen más productivas.

Nosotros seleccionamos abejas que son “cuatro por cuatro”. Tenemos híbridos, que son cruces de razas, y razas puras.


¿Esto se realiza a través de ingeniería genética?

Exactamente. A través de cruzamientos dirigidos, importamos razas de abejas de distintas partes del mundo y luego hacemos cruzamientos con la población nativa, que es la abeja italiana, que predomina en la pampa húmeda.

La abeja italiana tiene una capacidad óptima para cruzamientos con otras razas, por lo cual, los híbridos que surgen del cruzamiento de italiana con caucásica nos permiten llegar al hemisferio norte en épocas en las que ellos no pueden producir las abejas.

Ellos requieren una abeja para clima frío, templado o subtropical y ahí nos insertamos nosotros, ya que tenemos segmentado el mercado con tres tipos de abejas distintas.

¿A qué países están exportando?

Estamos exportando a Francia, Italia, Alemania, Inglaterra, España, al Líbano y hemos hecho tres embarques a Libia, en el norte de África.

Muchos de esos países son de la cuenca del Mediterráneo, que es donde se genera la mayor parte de la apicultura comercial de la Unión Europea. En Alemania, Suecia o Noruega, la apicultura es más un hobby que una industria. En cambio, Francia, Italia, España y Grecia son países que tienen una apicultura industrial muy importante y protegida con subvenciones. Es por eso que los apicultores tienen muchos incentivos para incorporar tecnología.


¿Cómo se exporta una abeja reina?

Existen jaulas de expedición, diseñadas hace más de cien años por el técnico estadounidense Frank Benton, con el objetivo de transportar abejas de un continente a otro vía marítima.

Hoy las exportamos vía aérea y viajan en una bodega especial para animales vivos en la que la presión y temperatura están controladas.


¿A qué temperatura viajan?

Entre 18 ó 19 grados. El principal problema no es la temperatura sino la humedad, que es generalmente baja en las bodegas. El tiempo de tránsito suele ser de 24 a 72 horas, según haya o no, vuelos de conexión.


Las abejas no soportan el transporte en barco…

No, eso ya se superó con la posibilidad de hacer embarques vía aérea y en esto el rol del SENASA es muy importante. Esa entidad tradicionalmente certificaba exportaciones cárnicas pero, de a poco, van teniendo cabida los productos no tradicionales. Aunque a veces cuesta que los funcionarios entiendan la relevancia de estos productos en la generación de empleo.


¿Hay trazabilidad en abejas?

Sí, porque las abejas, aunque no lo parezcan, pueden ser vectores de enfermedades. Hace dos años se prohibió la utilización de madera en los embalajes internacionales, por la posibilidad de transmitir plagas. Por eso, hoy todos los embalajes tienen que estar esterilizados con óxido de etileno o irradiados. Nosotros optamos por un dispositivo de fibrofácil cerrado con una malla metálica.


¿Cuántas abejas reina exportan por embarque?

Hay costos fijos, asociados a la exportación, que hacen inviable exportar menos de 300 abejas reina por vez. Normalmente, un embarque es de 700 abejas reina, pesa 28 kilos y ocupa un espacio muy reducido. Eso se hace desde Ezeiza y previamente hay que tener todos los papeles sanitarios y de tránsito en regla.


¿Ustedes tuvieron asesoramiento externo para comenzar a exportar? ¿Cómo lograron insertarse en el mercado internacional?

Esta es una Pyme familiar. Mi esposa, Sonia Verettoni, es ingeniera agrónoma y hace 19 años que estamos en este tema. No tuvimos ningún asesoramiento, sino que nos manejamos vía Internet.

En el año ´98, cuando empezó a haber foros de discusión sobre el tema apícola, me vinculé con gente de Francia que estaba interesada en que les exportáramos abejas.

En los años 2003, 2005 y 2007 participamos en Apimondia, una feria que se hace cada dos años y que es una vidriera para exponer ante el mundo apícolanuestro trabajo, y así llegar a nuevos clientes.

Ver segunda parte de la nota a Martín Braunstein

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