martes, diciembre 05, 2006

El sueño emprendedor, el futuro de un país

A todos en algún momento nos ha dado la sensación de que se habla de los emprendedores con un ligero misterio, como si poseyeran un talento especial, un don que les viene dado. Pero, ¿cómo se define verdaderamente un emprendedor? Aquí, algunas ideas que ayudan a revalorizar un vocablo que, en nuestro presente, ha tomado una trascendencia vital para las sociedades.


PABLO ARISTIZABAL


Definir en pocas palabras el término “emprendedor” no es sencillo. Su existencia se remonta a tiempos lejanos, ya que se lo menciona incluso en las Sagradas Escrituras: “Y Saúl dijo a David: ‘Bendito eres tú, hijo mío David; sin duda emprenderás tú cosas grandes, y prevalecerás’”.

De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española, “emprendedor” significa “que emprende con resolución acciones dificultosas”. La palabra inglesa “entrepreneur” proviene del latín “inter prendere”, una de cuyas acepciones es “el que se mete y hace la tarea”. “Entrepreneur” en inglés significa empresario, cuya definición es “persona que toma a su cargo una empresa”.

Nos hemos acercado a una definición, pero lo cierto es que cualquiera que impongamos sólo será una más. Por eso, les propongo que viajemos juntos detrás de algunas ideas que no tienen mayor intención que la de ayudar a revalorizar un vocablo que, en nuestro presente, ha tomado una trascendencia vital para las sociedades.

Si tratamos de bosquejar un escenario futuro, la única salida para la creación genuina del desarrollo laboral del siglo XXI parece estar fundada en el andamiaje de miles de emprendedores que actúen como agentes de cambio, sustenten la competitividad de nuestra sociedad, se procuren trabajo a sí mismos y sean multiplicadores de empleo. Ser un agente de cambio es una virtud; es el que hace que las cosas sucedan: en nuestro caso, aquellos que tengan la condición de originar la refundación del país.

Cuando hablamos de multiplicadores de empleo, nos referimos a emplear, término originario del latín “implicare”, que significa “introducir”. Es ésta la manera de eliminar la exclusión con la que se ve amenazada toda la humanidad. Vivimos momentos en los que las grandes empresas, en nombre de la globalización, la competitividad y la tecnología, expulsan empleados día a día, y este enorme caudal de gente queda fuera de la economía en red. Sólo es posible incluirlos mediante la creación de empleos: hoy las PyMEs motorizan el PBI de las naciones y ocupan la mayoría de la mano de obra del mundo, por lo tanto es necesario introducir en la agenda de todos los sectores (empresario, gubernamental, tercer sector, universitario) el especial desarrollo de una sociedad culturalmente empresaria y emprendedora.

Una primera distinción para lograr una definición del concepto de espíritu emprendedor es hablar de un “hacer” más que de un “ser” o “esencia”. Emprender es transitar por el fascinante estado de hacer que las cosas sucedan, y es obra de una causalidad: tratándose de un estado, podemos aprender a crearlo y recrearlo. Emprendedor se hace, no se nace.

Si hiciéramos una analogía con el fútbol, en un país donde cada pocas cuadras hay una plaza, una cancha, un potrero, las probabilidades de que surjan buenos jugadores se multiplican. También donde no las hay pueden aparecer buenos jugadores, pero claramente en distinta proporción. En nuestra región surgen emprendedores mayormente como fruto de la adversidad, pero no debería ser éste el único disparador, sino que deberían emerger como fruto de la siembra de espacios que impulsen dicho movimiento y en esto los gobernantes deben impulsar la creación de miles de incubadoras que apuntalen el paso “del ser” emprendedor “al potencial de ser” PyMe.

Una persona que se halla en estado de emprender tiene voluntad de crear, recrear, accionar, reaccionar, iniciar, reiniciar, intentar, reintentar, hacer y rehacer para que la rueda de la creación de valor comience a girar, como dice el poeta romano Horacio Flaco en el teatro de la vida: “Empezar es haber recorrido la mitad del camino”.

El emprendedor no sólo interviene en la creación de empresas; también encontramos emprendedores que trabajan dentro de una corporación, en una ONG, en el gobierno, en un hospital, en forma individual. Cada uno de estos entornos trasciende las fronteras de los negocios, es una manera de abordar el día a día con una mezcla de innovación, transformación, creatividad y optimismo.

Un emprendedor tiene como particularidad la convicción; él mismo es una mezcla de la voluntad de mirar las oportunidades, de hacer, de convencer, de sentir pasión por disfrutar. Pasión implica riesgo, compromiso. Su fuerza tiene garantía de encuentro, aunque esté no se encuentre definido por anticipado.

Todo emprendimiento —no importa su dimensión— está sustentado en sueños. La fuerza de voluntad y la convicción se forjan al calor de grandes sueños. En palabras de Disney: “Si uno puede imaginarlo, soñarlo, entonces puede realizarlo”. Si a dicho sueño se lo amalgama con la fuerza de la imaginación (imaginar es más que pensar, más que proyectar, más que ambicionar; es pensar en grande, ser audaz), estaremos creando nuevos mundos, con confianza en nosotros mismos, en lo que creemos, en lo que soñamos. El sueño nos hará creer, nos dará la fuerza de voluntad. El sueño hará la diferencia.

El emprendedor conserva la serenidad aun en momentos de frustraciones, y no confunde los fuegos artificiales con una guerra. Mantiene, como si fuera un pescador, la habilidad de esperar, de ir al encuentro; se esfuerza al máximo y tiene, ante todo, deseos de ganar. Sabe disfrutar los retos porque entiende que uno es lo que uno hace por uno.

No pierde el tiempo ocupándose de lo que dicen los demás de sus éxitos o sus fracasos, sino que se ocupa de sí mismo y relativiza el concepto de error. Es más fácil caminar el recto camino de la mentira que ingresar en el difícil laberinto de la verdad:, parafraseando al filósofo francés André Comte-Sponville: “la sabiduría sería la felicidad en la verdad” se trata de de ser feliz trabajando en la verdad, y para esto es necesario comprometerse, construir entendiendo las reglas del juego donde no podemos dejar de hacer y pensar bajo un nuevo paradigma signado por la inmediatez, privilegiando trabajar de esta manera antes que ganar dinero en la mentira.

Emprender es un barco que parte, que siempre llega, pero casi nunca al puerto soñado; algunas veces arriba a uno muy semejante, otras a uno muy distinto, llegar a buen puerto es llegar a algún puerto. Los hechos se hacen forjándolos, así como los negocios se hacen creándolos.

En este viaje los compañeros son mas que socios, son una dicha, son aquellos que idealizarán y soñarán junto al emprendedor, quienes potencien las habilidades de toda iniciativa, juntos, sólo juntos construirán el equipo necesario para que las formas acontezcan.

A todos en algún momento nos ha dado la sensación que se habla de los emprendedores con un ligero misterio, como si poseyeran un talento especial, un don que les viene dado. Pero si entendemos que en cambio son el producto de una circunstancia, rodeado de múltiples momentos de verdad donde se concientizan, sensibilizan y desarrollan bajo los valores asociados a la tarea de emprender, seguramente habrá más emprendedores.

Y serán exitosos mientras más se dejen guiar por su voz interior, por lo que creen; por eso hablamos de crear mundos y no de copiar, porque si uno deja surgir lo que siente, lo que cree, aquello que emerja será una creación.

Un emprendedor hace lo que piensa, intuye, siente, y no lo que se dice, lo que se dice está habitualmente sesgado por lo que se cree que el otro quiere escuchar. La autenticidad y la conducta son las claves de la credibilidad, la fuerza y la energía del espíritu emprendedor.

Los emprendedores son protagonistas del hacer no del parecer crean espacios para compartir, por eso lideran y no sólo gestionan. Este templo tampoco será un lugar atractivo para todos; esa mística sólo está reservada para los jóvenes de espíritu, aquellos que abordan la vida con audacia, con pasión. Aquel que no hace sólo transporta la luz impropia, hacer es generar luz, iluminándose e iluminando a otros.

*Licenciado en Administración en la FCE/UBA, Profesor Adjunto en la materia Comercialización y Director del Centro Emprendedor “Génesis 21” de la FCE/UBA.
Presidente de Competir.com

2 comentarios:

Anónimo dijo...

me parecio muy interesante,vi que ya fue publicado por otros bloggers http://emprendedores.wordpress.com/tag/emprendedores/ es raro ver una definicion de emprendedores con tanta pasion.

Anónimo dijo...

vi en otro blogger el de Uds y los dos tienen el mismo error, entre a su web para ver quien era el autor y no es cometir es www.competir.com saludos Guillermo